De un tiempo a esta parte nada parece
parar a aquellos que tienen el predominio del poder en exclusiva ya sea en la
administración central, autonómica o local.
Todo es susceptible de ser
privatizado. El transporte, las telecomunicaciones y la energía fueron de los
primeros en caer en las garras del mercado, pero lejos de parar siguen
queriendo privatizar todo, la sanidad, la educación, el abastecimiento de agua
y también la cultura. Nada les para a la hora de confiscar, secreta e inadvertidamente,
una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos.
La cultura es un mundo complejo que
engloba, libros, discos, cine, teatro… Cuando los próceres de la cultura hablan
de ingresos y gastos, deben tener en cuenta que no se puede tratar de la misma
manera a todos los sectores que forman la cultura. Unos pueden incorporar las
nuevas tecnologías para abaratar costes y aumentar la productividad, pero otros
como el teatro o los conciertos en directo, difícilmente pueden entrar en esa
guerra de productividad. Es imposible imaginar que se eliminen personajes en
una obra de teatro o que desaparezca la percusión en un grupo de música para
abaratar costes, como resulta inimaginable prescindir de personajes en un
ballet.
La cultura es, pues, un bien como la
educación, la sanidad o el abastecimiento de agua, cuyo beneficio social supera
con creces el gasto que genera, es por tanto una inversión.
Ahora nos encontramos con que los mismos que deben velar por
salvaguardar la cultura, son los primeros en pretender desprenderse de su
gestión utilizando el argumentario, ya manido, de la crisis y los ajustes.
Frente a esta postura irresponsable y cínica debemos utilizar
la persuasión, debemos tener el convencimiento de que podemos parar esta criba.
No van a estar siempre ni ellos ni los que pretenden imponer el sistema
neoliberal cueste lo que cueste.
No van a estar siempre….
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